Alguna vez leí un proverbio muy interesante en el que decía que como está nuestro espacio por fuera, es un reflejo de cómo estamos nosotros por dentro. Tiempo después, mi profesión me llevó a entender este principio de una forma muy personal, ya que como Organizadora Profesional de Espacios me dedico desde hace 8 años a transformar los espacios de las personas y ayudarlos a pasar del caos al orden en sus casas, oficinas, bodegas, mudanzas, etc.

Después de ayudar a cientos de personas a liberarse de las cosas que no aportan a su vida actual, he llegado a entender de forma más directa, cómo todas las personas (me incluyo) tenemos apegos importantes en nuestra vida. Ya sea a cosas o a personas, y no somos libres por estar apegados a ellas.

Me impresionó mucho la historia de una clienta que tuve, Acumuladora Compulsiva, quien llevaba 7 años en su casa con tantas cosas, que sus hijos de 5 y 7 años nunca habían comido en una mesa, o hecho tarea en un escritorio, o dormido en una cama que no tuviera cosas encima. Para pasar de una habitación a otra, había solamente un caminito que tenían que seguir como líneas en un mapa, y la tensión en casa ya estaba como olla exprés entre ella y su marido, por la energía detenida que había por tantas cosas.

Me pongo a pensar qué tan complicado ha de haber sido mantener esa casa con tantas cosas que cuidar; o la cantidad de dinero que invirtieron en adquirirlas; pero sobre todo me pongo a pensar en las experiencias que pudieron vivir fuera de esa casa si no hubieran pasado todo ese tiempo coleccionando y cuidando esas cosas.

Porque las cosas que entran a nuestro hogar no aparecen por casualidad. Cada cosa que entra a tu casa debió ser adquirida o haber sido autorizada por ti para poder entrar a ella (me refiero a regalos que aceptas). Pero a pesar de que adquirir y recibir cosas suele ser emocionante, hay que ponernos a pensar que cada una de esas cosas necesita mantenimiento, necesita cuidados, necesita limpieza y aportar algo positivo a tu vida.

Cuando estamos apegados a las cosas muchas veces no nos hacemos preguntas de gran importancia, como: ¿realmente lo uso? ¿en verdad lo necesito? ¿lo amo y no podría vivir sin él? ¿aporta a mi vida? ¿vale la pena el espacio que está ocupando? ¿está ocupando el espacio de algo que realmente necesito y no lo tiene? y no logramos diferenciar lo que son cosas y lo que realmente es un tesoro para nosotros. Vivimos nuestros días inmersos en la rutina y dejando que las cosas se acumulen más y más, sin reflexionar sobre su permanencia en nuestro espacio y lo que nos aporta. No nos ponemos a pensar, si dándole otro destino, tal vez su ausencia aportaría más a nuestra vida.

En organizARTE, cuando nos contratan para organizar un espacio, lo primero que hacemos es conocer al cliente y su situación. Es necesario saber de dónde viene el desorden y la acumulación, para poder abordarlo adecuadamente. También es necesario saber cuál es su visión para el futuro, cómo quieren que quede su casa después de nuestra intervención. Después de saber esa información, es cuando nos enfocamos en sacar las cosas que no aman, no usan, no necesitan ni los hacen felices y les damos diferentes destinos a esas cosas como: basura, reciclaje, regresar a amigos y familiares, venta y, la más importante, donación. Esa es nuestra aportación más valiosa, ayudarlos a identificar las cosas que ya no aportan a su vida, de las cosas que sí son funcionales para tener una vida armoniosa y práctica; y a honrar las cosas que realmente son un tesoro para ellos, no un apego. 

¿Cuántas veces hemos querido hacer algo, pero nos hemos detenido porque tenemos que limpiar los muebles, desempolvar todas las decoraciones de la casa, lavar, planchar y colgar las decenas de prendas de ropa, etc.? ¿Hace cuánto que no nos damos tiempo de leer uno de los cientos de libros que tenemos en el librero? ¿Recuerdas la última vez que jugaste un juego de mesa, o que practicaste tu pasatiempo favorito?

Recuerdo con claridad una clienta que tuve hace 6 años, la cual se había mudado (sin depurar nada) de una casa grande a una más pequeña para su retiro. Cuando lo pregunté que cómo lo estaba disfrutando hasta el momento, ella con cara cansada me dijo que cuál retiro, si se pasaba horas al día quitando todo lo de sus vitrinas, desempolvando cada cosita que había ahí y volviendo a meter todo. Una vez que trabajamos juntas depurando y organizando toda la casa, lo que más agradeció fue haberse dado cuenta que llevaba años desempolvando y limpiando “apegos”. Y que nunca se había puesto a pensar si las cosas que sacaba, limpiaba y metía, tenían valor en su vida o le aportaban algo positivo. De hecho, al quitar todas las cosas que “estorbaban” recordó que en un principio esa vitrina iba a ser su lugar de los tesoros para lo más importante que tenía: una colección de nacimientos que amaba y por estar llena de cositas, chucherías y recuerditos, ya ni siquiera lucían, ya se había olvidado de ellos y no los disfrutaba. Ahora, ese tiempo que gastaba en sacar, limpiar y meter cositas, la usa para realmente disfrutar de su nueva casa, haciendo lo que le gusta y viviendo en armonía su retiro.

“Las cosas deben estar a nuestro servicio, no nosotros al servicio de las cosas.”

Y muchas veces dejamos de vivir experiencias, de compartir momentos preciados con la gente que amamos, por dedicarle ese tiempo y energía a los apegos a nuestro alrededor.

hacer espacio para lo que realmente importa