Que se venían cambios era evidente, pero no teníamos la certeza de cuáles serían mientras sobrevivíamos a esta causa, reinventando rutinas y realidades e intentando vislumbrar el renacimiento que toda crisis trae bajo el brazo.

Y resulta que la vida que vivíamos y que, erróneamente, considerábamos ordinaria, normal, común… ahora es extraordinaria.

El confinamiento ha consolidado algunos comportamientos y ha introducido nuevos hábitos y modificado patrones de consumo. El confinamiento nos ha hecho observadores, nos ha hecho prudentes, analíticos, nos ha hecho replantearnos nuestra forma de  vida, y hemos hecho algunos movimientos en nuestra escala de valores, modificando nuestro estilo de  vida y nuestras prioridades. El confinamiento nos ha hecho CONSCIENTES.

Y en esa consciencia hemos aprendido a manejarnos en el nuevo lujo.

Hemos priorizado nuestra salud y el bienestar de nuestra comunidad por encima de todo, hemos aprendido a cuidar nuestra mente así como nuestra alimentación y a valorar nuestra subestimada libertad.

Hemos descubierto que tenemos más de lo que necesitamos, así que hemos optado por tener menos cosas y de más calidad. 

Hemos aprendido a valorar un producto o servicio por su propuesta de valor y no por su precio. Nos importa conocer sus propósitos y buscamos opciones que sean útiles y que demuestren tener un compromiso real con la sociedad. Nos hemos vuelto consumidores con propósito.

El confinamiento nos ha hecho PATRIOS: ha despertado en nosotros el orgullo cultural por el entorno que nos rodea, la conciencia de #consumelocal para optar por lo que produce la comunidad de la formamos parte con el fin de fortalecernos juntos.

El confinamiento nos ha hecho RESPONSABLES: el éxito de los negocios se mide ahora por el impacto positivo en la sociedad y el entorno y no por sus beneficios.

El confinamiento nos ha hecho PRUDENTES: la ostentación ya es cosa del pasado. Ostentar, en estos tiempos tan desiguales se considera hasta ofensivo.

Cualquier prestador de servicios ya no se considerará TOP por los presupuestos que maneja, sino por la excelencia en su propuesta de valor, por su capacidad de escuchar, entender y atender a su cliente, 

El confinamiento nos ha hecho ÉTICOS. 

Éticos con el medio ambiente, valorando un producto o servicio por su manejo de protocolos de materiales de desecho y por su buena gestión de los recursos naturales.

Éticos profesionalmente, valorando el ingenio, la originalidad, la calidad y las buenas prácticas de los nuevos y viejos emprendedores y condenando las malas copias y a los “emprendedores-rémora” que se cuelgan de las ideas, del trabajo, de los desarrollos y de los éxitos cosechados por los demás. Los sucedáneos ya no son de estos tiempos.

Éticos con nuestros vecinos y éticos con nosotros mismos, con nuestros pequeños y con nuestros mayores.

El confinamiento nos ha enseñado a CELEBRAR LA VIDA, ya no se habla de “anti-ageing”, ahora se habla de “ageing-well”, de #vivirbonito, de disfrutar a nuestra familia, a nuestros amigos, de valorar nuestra salud, nuestro tiempo, de comprender la importancia de un abrazo, el calor de un beso… ahora entendemos que nuestras casas son mucho más bonitas que cualquier hospital, que pasear por la orilla del mar sin mascarilla no tiene precio, que oír la lluvia caer supera a cualquier podcast, que ver amanecer desde tu cama es un privilegio, que estos tiempos raros se llevaron nuestras ordinarias vidas urgentes… y nos dejaron una nueva y extraordinaria vida.

¡Vívela bonita! No sabemos si tendremos otra oportunidad…

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